La simbiosis de lo fotovoltaico y lo agropecuario
Las plantas solares agrivoltaicas distribuyen sus paneles sobre soportes especiales para permitir los cultivos alrededor para optimizar el uso de terrenos fértiles.
El modelo estándar de planta fotovoltaica es un terreno rural vallado y ocupado en exclusiva con filas de paneles junto a pasillos para las tareas de mantenimiento. Esta estampa podría empezar a cambiar en los próximos años por otra que hoy resultaría chocante: placas intercaladas entre viñedos o huertas.
Este concepto de terreno compartido “compatibiliza la producción fotovoltaica y de alimentos, supone una baza para paliar el conflicto por el uso del terreno y eludir los posibles riesgos derivados de la conversión de terreno agrícola en plantas fotovoltaicas”, apunta un estudio elaborado por la Universidad de Córdoba.
El modelo se ensaya tanto por gobiernos como empresas (generalmente grandes energéticas, a veces apoyadas en startups) en Estados Unidos, China, Japón, Alemania, Italia, Francia, Holanda, Grecia, Israel, India, Corea del Sur o España. Aún no ha producido una legislación comunitaria, pero la UE valora su potencial para alcanzar sus objetivos de generación renovable. Algunos países no esperan y desarrollan su propia reglamentación nacional con fondos para financiar proyectos. Como Alemania y Francia.
Que inviertan países con climas y necesidades energéticas tan diferentes da una idea de la versatilidad agrivoltaica, si bien predominan los países o regiones con alta densidad de población y/o escasez de tierras cultivables. También indica versatilidad la variedad de cultivos en proyectos piloto y otros más consolidados: desde viñas y especies hortícolas a aloe vera, leguminosas, aromáticas, plantas florales y medicinales, arbustos frutales, forrajeras para alimentar ganados, incluso viveros a la sombra de las placas. Por lo general, se eligen especies vegetales de poca altura para no tener que elevar demasiado los paneles, aunque también se prueban distribuciones compatibles con árboles frutales.
Su desarrollo exige más recursos humanos y financieros que las fotovoltaicas al uso y de ahí la necesidad de una legislación que la estimule, como recomienda la Universidad de Córdoba. Una de las compañías energéticas más avanzadas en este sector incipiente explica que “el verdadero desafío innovador está en definir un óptimo modelo de gestión integrada de las actividades de operación y mantenimiento de la central fotovoltaica y de las empresas agrícolas, sin alterar el layout de la central”. Por lo tanto, sus promotores deben analizar el encaje de diferentes piezas para que una agrivoltaica se amortice. Sobre todo, el tipo de especies adaptadas al clima y los recursos hídricos locales y la configuración de paneles más favorable al cultivo de esas especies concretas.
Porque no se trata de un modelo de convivencia, sino de simbiosis. Los paneles proporcionan sombra, un techo solar que reduce el estrés térmico y la radiación solar, además de crear una barrera, aunque no sea enteriza, para granizos o lluvias torrenciales. Ese sombreado reduce la evaporación y por tanto la necesidad de agua. Por su parte, los cultivos refrescan el ambiente para evitar o paliar las temperaturas demasiado elevadas que perjudican el rendimiento de las células fotovoltaicas.
En función de los cultivos elegidos y sus necesidades de sol y sombra, cambia la configuración de los paneles. Pueden anclarse en estructuras fijas elevables varios metros, en plataformas giratorias orientables, sobre estructuras retráctiles que permiten variar su situación, incluso en posiciones verticales a modo de vallado. En todo caso, suelen presentar una densidad de paneles menor que cede más espacio a los cultivos.
El funcionamiento óptimo de una agrivoltaica puede aportar otras ventajas derivadas como el acceso de los agricultores a la tecnología digital (sensórica más análisis de datos de suelos y plantas para precisar los tratamientos) a través de las empresas energéticas, además del suministro de parte de la electricidad generada. Tanto este respaldo como la cadena de valor alrededor de una agrivoltaica podría fomentar el desarrollo rural en zonas que tienden a despoblarse.
¿Esta relación simbiótica incumbe a los animales? Así es. De hecho, se aplica en una versión técnicamente menos complicada en cualquier fotovoltaica convencional que acuerde con un pastor el acceso de sus ovejas para ramonear hierbas y malezas entre los paneles. De esta forma, se ahorra el desbroce recurrente con maquinaria, mientras los ganaderos cobran por ese servicio además de contar con un lugar fijo para alimentar y abrevar los rebaños. En algunas zonas apícolas también se han introducido panales para fabricar miel y facilitar la polinización de cultivos alrededor de las instalaciones solares.
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