No corráis, que es peor
En una tribuna publicada por `Cinco Días?, el director de Comercio Exterior de Crédito y Caución reflexiona sobre la internacionalización como herramienta para las empresas.
Ante la situación económica actual y los pronósticos sobre su futuro inmediato, la tentación de salir corriendo es grande. Pero a dónde y cómo. Para centenares de empresas españolas, la posibilidad de abordar los mercados exteriores como remedio para sus males en el interior se ha convertido en una cuestión de supervivencia. Pero en un doble sentido: algunas de ellas cerrarán si no orientan su estrategia hacia el exterior, mientras que otras no sobrevivirán si deciden internacionalizarse de cualquier manera. En los últimos años, la cifra relativa de exportadores españoles ha sido una de las más bajas de la Unión Europea. Además, de un total de tres millones largos de empresas, se puede considerar que únicamente cuentan con una estrategia definida de exportación en torno a 40.000. Y con una notable probabilidad de abandono: de cada cien empresas que iniciaron su exportación hace ocho años, apenas diez continúan hoy su actividad en los mercados exteriores.
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De manera complementaria o alternativa a las fórmulas tradicionales de exportación, tanto indirecta como directa, el empresario cuenta con variadas opciones para realizar su expansión internacional, desde la cesión de licencias -que posibilita la transferencia de tecnología, conocimientos e incluso la propia marca-, hasta el emplazamiento de una parte de su proceso productivo en el exterior mediante las diversas modalidades de inversión directa. Con las debidas cautelas, puede estimarse que alrededor de 10.000 empresas han acometido así su proceso de internacionalización.
Por todo ello, y a pesar de los notables avances realizados en las dos últimas décadas, parece que todavía queda un largo camino por recorrer, marcado por la inexorabilidad de la globalización, con sus reglas de juego en continuo cambio. Pero ¿es éste el mejor momento para internacionalizarse En general, la internacionalización no debe contemplarse como un objetivo en sí mismo, sino que ha de considerarse dentro de la estrategia empresarial en su conjunto, con sus recursos y plazos correspondientes. Así, tanto la propia decisión de salir como la manera de hacerlo han de formar parte de un plan que aborde el futuro desde el análisis riguroso de la situación presente de la empresa y de su entorno. Es entonces cuando la internacionalización puede desempeñar un papel de primer orden para ampliar mercados, diversificar riesgos, reducir costes, mejorar las fuentes de aprovisionamiento, fortalecer la marca, reforzar las redes de distribución y optimizar otros tantos aspectos que permitan la creación de valor para los empresarios y la sociedad en su conjunto. Y todo esto no depende necesariamente de la existencia de generosas subvenciones ni de la puesta en práctica de planes gubernamentales de fomento, sino del buen hacer de los empresarios. Hace unos años y ahora.
Agencia exclusiva nº 24012
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