26Jun2023
“La contienda entre China y las democracias liberales durará décadas”
En CyC Prisma entrevistamos a Paul Tucker, economista, exbanquero británico y uno de los mayores especialistas del mundo en la estabilidad del sistema financiero.
¿Qué solidez tiene el sistema financiero mundial en comparación con hace 15 años? ¿Existen diferencias preocupantes en cómo se lleva a cabo la regulación en diferentes regiones del mundo? El sistema en su conjunto es ahora más sólido, pero eso no es decir mucho dado que es por comparación con la debilidad que mostraba en 2007. Los bancos más grandes tienen mucho más capital, lo cual es bueno, pero posiblemente no sea suficiente. Estados Unidos ha descuidado la resiliencia de los bancos medianos. Y la banca en la sombra ha prosperado, lo que significa que tienen focos de apalancamiento e iliquidez similares a los del resto de los bancos del sistema financiero. En cuanto a las decisiones de cada país, Estados Unidos, la Reserva Federal y la Corporación Federal de Seguro de Depósitos abandonaron formalmente en 2019 el proceso de planificación de resoluciones para los grupos bancarios regionales más grandes, a pesar de que el Consejo de Riesgo Sistémico, que yo presidía, les advirtió abiertamente sobre los peligros de hacerlo. Estados Unidos también ha ignorado la guía de Basilea 2016 sobre el riesgo de tasa de interés, aunque los riesgos que afectan a algunos bancos estadounidenses no son ni remotamente nuevos ni complicados. Mientras tanto, los suizos tenían un plan acordado internacionalmente para liquidar sus grandes bancos, pero lo abandonaron por razones oscuras que públicamente no se han explicado. Eso es algo relevante. ¿Hasta qué punto es preocupante la falta de transparencia dentro de las organizaciones internacionales y los órganos de supervisión y cómo podría mejorarse? Varía entre las organizaciones internacionales. Por ejemplo, Basilea debería comprometerse más con grupos provenientes de fuera de las altas finanzas. Es una mala imagen dar acceso privilegiado a los grandes bancos y administradores de activos. Mientras tanto, el FMI debe ceñirse a un mandato limitado y no tratar de influir en la forma de vida de un país. En retrospectiva, ¿cuál es su opinión sobre el manejo de la gran recesión? ¿Quién acertó y en qué y dónde no se acertó? Evitamos que se repitiera la Gran Depresión, y eso es algo. Los bancos centrales fueron demasiado lentos para inyectar liquidez durante 2007, por ejemplo el del Reino Unido, o cometieron el error de no extenderla directamente a los bancos en la sombra hasta que fue demasiado tarde, como en Estados Unidos. Pero el mayor fracaso fue no aprovechar los muchos meses de relativa estabilidad proporcionados por esas operaciones de liquidez para lograr que los bancos y otras entidades redujeran su apalancamiento y mejorasen sus reservas de capital. Los seis meses transcurridos entre la quiebra de Bear Stearns en la primavera de 2008 y la de Lehman Brothers en otoño fueron una gran oportunidad perdida y, francamente, sigue siendo un misterio para mí; nada revelador se ha escrito sobre ese período. Después del colapso del mundo financiero, creo que Gran Bretaña, entonces con Gordon Brown como primer ministro, junto a Francia con Sarkozy y Alemania con Merkel, desempeñaron de manera conjunta un papel muy importante, posiblemente vital, para lograr que Washington comprendiera la gravedad de la situación. Y luego, en la primavera de 2009, los propios estadounidenses fueron muy innovadores y hábiles en la realización de pruebas de estrés bancarias. Si los rescates fueron el principio del fin de la crisis bancaria, las pruebas de resistencia fueron el fin, dejándonos después con el declive macroeconómico y, por supuesto, con la crisis de la eurozona. En el lado macro, los bancos centrales hicieron bien en reducir los tipos de interés de referencia muy rápidamente, pero, en retrospectiva, no se pensó demasiado en la excesiva dependencia de la expansión cuantitativa (QE). A mediados de la década pasada, se debería haber recibido más apoyo de las políticas fiscales. En la zona del euro esto se hizo más difícil por la falta de cualquier tipo de unión fiscal, dejando al BCE como una autoridad de rescate de respaldo en solitario. ¿La respuesta de los bancos centrales a la pandemia y sus secuelas mostró que se habían aprendido algunas lecciones? No. Si bien era sensato y deseable para ellos intervenir para calmar los mercados en la primavera de 2020, no necesitaban convertirlo en un ejercicio de QE que durara más de un año. Confundieron una operación de creación de mercado con una de último recurso mediante QE. Eso hay que remediarlo, para que no vuelva a pasar. Su último libro, “Global Discord”, es en gran parte una respuesta al ascenso de China como superpotencia. ¿Qué dilemas clave plantea esto para las democracias? Que, en algún momento, tengamos que luchar por mantener nuestra forma de vida porque los poderes no liberales se hayan convertido en los amos. Es una expresión quizá dramática, pero es que hay mucho en juego. Esta rivalidad, creo, continuará durante muchas décadas; tal vez será tan larga como la lucha del siglo XVIII entre una Gran Bretaña que se liberalizaba gradualmente y una Francia aún absolutista (1689-1815). ¿Está inevitablemente condenada la era del relativo consenso global sobre temas como el libre comercio? Los diseñadores de la Organización Mundial del Comercio simplemente no tuvieron en cuenta la influencia en el mismo de las subvenciones estatales, que no siempre se entregan a través de los órganos del gobierno central. Por el momento, el futuro pertenece a los pactos comerciales regionales y otros acuerdos especiales. En un nivel más alto, las potencias van a querer evitar ser peligrosamente dependientes unas de otras, y se corre el riesgo de que se esto se convierta en una guerra comercial. ¿Cuáles son los cuatro escenarios que trazas para la trayectoria futura del orden global en “Global Discord”? Tres de esos escenarios serían el statu quo persistente, o sea, la lucha de las superpotencias, el segundo sería la nueva Guerra Fría, lo que significa que el mundo se separa en bloques herméticamente sellados, y el tercero es un orden mundial reestructurado. Creo que el cuarto es improbable hasta que surjan otras potencias emergentes; más obviamente India, pero tal vez Indonesia y, en verdad, cualquier país con una gran población que consiga crecer sólidamente durante muchos años. En este entorno, y cuando los europeos se quejan del dominio del dólar, debemos recordar que el papel del dólar les facilita poder proporcionarnos el paraguas de seguridad del que hemos disfrutado desde la Segunda Guerra Mundial. ¿Serán estas precauciones aún más importantes para los exportadores en el futuro? Posiblemente, sí. Pero, al igual que los bancos y otros, las aseguradoras de crédito deberán mejorar su juego. Muchas personas se han acostumbrado demasiado a que el sistema sea rescatado por la política monetaria. Pero dado que la inflación ya no está quieta, es más probable que, en el futuro, las operaciones de rescate de los bancos centrales sean más un objetivo deseado que una realidad que se ofrezca como una gigantesca manta de consuelo para los que han sido poco previsores. Quizás, sorprendentemente, esto les sirva a los creadores de las normativas para realizar su propio ajuste mental.