07Nov2025

Escasez del material básico de la electrificación: el cobre

Fundamental para las transiciones digital y energética, la demanda empieza a superar a la oferta. Estos son los intentos de evitar un déficit endémico.

Escasez del material básico de la electrificación: el cobre

Los dueños de coches eléctricos suelen saber más o menos cuánto pesa el elemento clave de su propulsión: la batería. Pero quizá desconozcan que los sistemas eléctricos de esos vehículos incorporan unos 80 kilos de cobre. En el caso de un aerogenerador marino, esa cantidad escala a unas ocho toneladas por cada megavatio de potencia. 

Si a estas aplicaciones de transición energética añadimos las de la transformación digital (el cobre sigue siendo insustituible en las conexiones de transistores, placas, circuitos, microchips), entonces ese material que se daba por seguro se convierte en un bien no solamente escaso sino estratégico en todo el planeta. Su precio se ha quintuplicado desde los años noventa y esto se refleja en fenómenos como los robos de cableados, que en España se multiplicaron por dos entre 2021 y 2024. Toda una industria asociada. 

A este fuerte aumento de la demanda se suman los factores que limitan la oferta: sobre todo la peor calidad de la materia prima en vetas ya muy explotadas, la concentración de minas en muy pocos países (Chile, Perú, Rusia, Congo, China, EEUU…), el acaparamiento chino tanto de su importación en bruto como del procesado, más las tensiones comerciales y arancelarias. Estos fenómenos combinados contribuyen a la escasez, a dificultar el sistema logístico que lo transporta y distribuye, y a enconar la rivalidad geopolítica. En ese sentido, baste un dato: China tiende a aumentar su control sobre 19 de los 20 minerales más estratégicos, incluido el cobre.

La proyección de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) es que, de seguir así, el déficit de suministro alcanzará el 30% en 2035, con un aumento de la demanda del 41% para 2040. Según el Grupo Internacional de Estudios del Cobre, esa necesidad requeriría invertir desde diez años antes en unas 80 nuevas minas con sus infraestructuras de transporte.

 


¿Cómo evitar ese gran cuello de botella? 

Tanto la AIE como la agencia de comercio y desarrollo de Naciones Unidas (UNCTAD), coindicen en medidas que pueden resumirse en simplificación, alianzas e incentivos. Consideran necesario reducir la enorme carga burocrática y fiscal que lastra la apertura de las explotaciones, ya de por sí complejas por la escala de la inversión. Asimismo, apuestan por la cooperación internacional entre países productores y los que aportan tecnología de extracción y procesamiento, con el fin de diversificar el mercado. Además, se debería de extender esa cooperación a instituciones, inversores y empresas para desarrollar las infraestructuras logísticas (corredores ferroviarios, salidas portuarias, plantas procesadoras y de almacenamiento, etc.) y cadenas de suministro más flexibles, menos fragmentadas, con nodos de transporte intermodal. 

 

Medidas frente a la escasez 

Según la UNCTAD, el mercado cuprífero “pone al descubierto las asimetrías de poder que aún configuran el comercio mundial. Por eso necesitamos invertir en la adición de valor local… y eliminar las barreras comerciales que limitan las oportunidades”. A diferencia de otros materiales difíciles de reutilizar, el cobre lo pone relativamente fácil y se calcula que una quinta parte del consumido ya procede del reciclaje. Ampliar esta industria circular supondría un alivio importante a la escasez, además de un filón independiente del exterior porque todos los países cuentan con sus propias reservas de basura eléctrica y electrónica.

Otra forma de aliviar la escasez es sustituir el cobre por metales con cualidades similares, aunque de momento los más viables se destinan a aplicaciones parciales. El aluminio, por ejemplo, se ensaya en líneas de transmisión, aunque con el hándicap de una menor conductividad eléctrica que exige mayores calibres y por tanto más cantidad. Por su parte, el rutenio presenta unas características excelentes, incluso superiores, pero su escasez lo relega a usos puntuales como la fabricación de microchips. La progresiva miniaturización y complejidad de los semiconductores explica las pruebas de materiales para las conexiones nanométricas, incluso algunos tan raros y caros como el fosfuro de niobio. 

Otro producto de laboratorio participa en la carrera por relevar, o al menos complementar, al cobre: los nanotubos de carbono que podrían usarse en líneas de transmisión y cables, desde los de alta resistencia a los ultraligeros, o en contactos eléctricos y bobinas de motores. Si llegase a producirse a escala industrial, a la ventaja de su abundancia se añadiría la de ser reciclable.

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