Los problemas económicos ensombrecen las elecciones turcas
Las próximas elecciones generales en Turquía podrían suponer un punto de inflexión para la economía del país, gane quien gane en las urnas.
La economía turca se encuentra en una situación peligrosa, en gran parte debido a la falta de ortodoxia que ha dominado su política monetaria en los últimos tiempos. De acuerdo con el último informe difundido por Crédito y Caución, la senda actual que da prioridad a un elevado gasto público, con un aumento de la inversión pública y medidas de gasto social para apoyar el consumo privado, es insostenible. La economía turca sobrevivió relativamente bien a la pandemia, con un incremento del PIB superior al 11% en 2021. Sin embargo, este pico fue efímero. El crecimiento cayó hasta el 5,6% en 2022, y se prevé que se sitúe en el 1%, este año a pesar de una política fiscal expansiva. “Estas medidas han incluido un aumento del salario mínimo, un importante proyecto de vivienda social, subvenciones al crédito y la supresión del impuesto sobre la renta sobre el salario mínimo", explica el economista de la compañía Theo Smid.
La elevada inflación y la debilidad de la lira turca lastran el poder adquisitivo de los consumidores. Cuando el IPC alcanzó el 85% interanual, como ocurrió en octubre y noviembre, la generosa política fiscal perdió capacidad para apoyar la expansión ya que el poder de compra de los consumidores solo alcanza a los bienes esenciales. A pesar de suavizarse en los últimos meses debido al efecto base, Crédito y Caución prevé que la inflación media se sitúe cerca del 40% en 2023. Mientras muchos bancos centrales han abordado la inflación global con subidas de los tipos de interés, Turquía ha tomado el camino opuesto: desde 2021, el tipo de interés oficial del banco central se ha recortado en 10,5 puntos porcentuales hasta el 8,5%.
La lira turca ha sido una de las principales víctimas de esta postura, depreciándose un 34% frente al dólar estadounidense durante ese periodo. Crédito y Caución prevé que la moneda continue su depreciación gradual frente a otras divisas de referencia en 2023 y 2024. A este marco hay que añadir la ralentización de las exportaciones, para las que se prevé una contracción del 0,8% este año. La ya de por sí grave fragilidad de la economía se vio magnificada en febrero por el devastador terremoto que asoló las regiones del centro y el sur del país. El coste humano ha sido catastrófico. El coste económico también será elevado ya que la región afectada representa el 9,3% del PIB.
Turquía tienen grandes necesidades de financiación exterior, para cubrir los reembolsos de la deuda y reforzar la balanza por cuenta corriente. Crédito y Caución prevé que esta necesidad alcance los 267.000 millones de dólares en 2023 y 2024, lo que representa más del 30% del PIB del país. En este contexto, las empresas turcas pueden tener dificultades para hacer frente a su elevado sobreendeudamiento en divisas. Aunque algunos sectores se mantienen sólidos, se enfrentan a una inflación elevada, aumento de los costes, tanto de las materias primas como de explotación, y un acceso limitado a la financiación. El sector farmacéutico, el alimentario y el minorista siguen funcionando bien, y el de la automoción, orientado a la exportación, va mejor de lo esperado. En el sector minorista de bienes de consumo duraderos, los volúmenes de ventas también aumentaron en 2022. El riesgo de crédito preocupa especialmente en el sector de la construcción, con empresas muy endeudadas que enfrentan a un aumento de los costes financieros. El sector puede recibir un impulso por la reconstrucción en la región del terremoto, pero habrá normas estrictas sobre el número de contratos que puede adjudicarse a cualquier empresa. El seísmo también perturbó gran parte de la industria textil turca, muy concentrada en las regiones afectadas.
La Administración que se forme a partir de las próximas elecciones, gane quien gane en las urnas, tendrá que seguir un camino más convencional para controlar la inflación y reducir los desequilibrios externos de Turquía. Esto implicará reducir el gasto público y aplicar desde el banco central una política monetaria más ortodoxa destinada a estabilizar la lira. "El alcance de los retos económicos y la profundidad de las vulnerabilidades externas garantizan que cualquier giro hacia políticas más convencionales será un proceso difícil y gradual. Subir los tipos de interés sería el primer paso para controlar la inflación, recuperar la confianza de los inversores y restablecer las reservas de divisas. Pero esto también podría espolear la primera contracción anual de la actividad económica desde 2009", explica Smid.
Acerca de Crédito y Caución
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