01Jul2022

Reindustrializar Europa, opción estratégica

El continente que exportó la revolución industrial a todo el mundo vuelve por sus fueros: recuperar soberanía económica y mejorar competitividad tecnológica. Vientos a favor y rachas en contra.

Reindustrializar Europa, opción estratégica
En 2020 la pandemia puso sobre la mesa una realidad nueva para Europa: no disponíamos de stocks ni capacidad productiva para atender la emergencia sanitaria. Luego, las perturbaciones de las cadenas internacionales de suministro asociadas a la recuperación terminaron por hacer visible las debilidades estratégicas generadas en Europa por la globalización y la necesidad de abordar su reindustrialización. “Soy optimista siempre, pero la situación exige fundar ahora unas bases económicas sanas para las próximas dos o tres décadas. No quiero mirar a mi nieto de siete meses y pensar ‘pero qué mundo te estamos dejando”, apunta Juan José Montiel, empresario experto en cadenas de suministro y profesor de EAE Business School. “Reindustrializar Europa no es una opción, es una obligación moral”. Abundan los motivos, las evidencias: “Es la actividad más sólida para generar riqueza, empleo de calidad y bienestar social, la que más crece en periodos expansivos y mejor resiste las crisis estructurales o coyunturales, la que más invierte en formación e I+D+i y demanda más innovación y tecnología”, apunta la Alianza por la Competitividad de la Industria Española. También pesa la encrucijada geoestratégica, hay que recoger el sedal de la soberanía económica. “Europa ha externalizado la defensa en Estados Unidos, la fabricación en China y la energía en Argelia y Rusia”, dice Montiel. Y pesa el argumento práctico que hace de la necesidad, virtud: aunque la robotización reduzca el coste laboral, “nunca competiremos con Asia en salarios”, por lo tanto la Unión debe volcarse en la industria 4.0 camino de la 5.0, además de la innovación ambiental donde ha ganado ventaja a la espera de que el mundo la demande por el impacto climático, con leyes más vinculantes, y madure su tecnología para compensar la intermitencia de las energías renovables, su gran talón de Aquiles. “Nuestra baza es innovar en todos los frentes, el ecológico, el digital, el sistema de salud”, explica Rafael Myro, catedrático de Economía Aplicada y experto en competitividad industrial: “No se trata tanto de atraer lo deslocalizado como de impulsar nuevas producciones más sofisticadas. Parte de lo deslocalizado retornará cuando eso ocurra, gracias a la robotización y a las dificultades de entrada y costes para operar en China”. Además de la automatización, otras disciplinas como la impresión 3D pueden aliviar la dependencia europea de materias y componentes, uno de los cuellos de botella que señala esa debilidad exterior, como la escasez de suministro médico y después de microchips. Aquí la Unión Europea sí ha tenido cintura, ya invierte en fábricas locales y en semiconductores. ¿En qué necesita más cintura… y más carácter? Quizás en realismo tras la bofetada de realidad de la pandemia y la guerra de Ucrania. Según Montiel, “la actual política energética es un tiro en el pie, necesitamos equilibrar protección ambiental, soberanía energética y desarrollo económico” precisamente para financiar la transición sostenible y liberar al continente sin depauperarlo. Incluso la verde Alemania, obligada ahora a quemar carbón, empieza a modificar su posición antinuclear, por ejemplo. Industrialización e independencia energética pueden asimilarse con democracia en esta renacida rivalidad de bloques estilo Guerra Fría. En Ucrania, el oso ruso se ha revelado como el enemigo al que se ha financiado en la factura del gas. Y algunos expertos señalan al verdadero peligro detrás, el gigante chino con poder industrial para condicionar la economía europea tras décadas transfiriéndole rentas y tecnología. Según Jonathan Holslag, profesor de la Universidad Libre de Bruselas, el superávit chino frente a Occidente ronda los 540.000 millones de euros. Por lo tanto ese despertar europeo debería traducirse en determinación: “La Unión Europea estableció en 2014 que el sector industrial alcanzase en 2020 el 20% del PIB, el objetivo sigue vigente porque sigue incumplido”, apunta la Alianza, y Myro señala que “la disposición de los Estados hacia la cooperación sistemática y ordenada con el sector privado es muy mejorable”. Esos gobiernos necesitan más medios, pero también “personas mucho más cualificadas” en estrategia industrial. “Trabajamos en automatización, digitalización, descarbonización, circularidad, internacionalización, innovación, formación del capital humano… en los factores de competitividad que están en nuestras manos”, apunta la Alianza. “Pero otros dependen de las decisiones políticas, como las infraestructuras, el marco jurídico o la política fiscal”. Y especialmente “el patrón energético que en España se aleja cada vez más del europeo y pone en peligro cualquier objetivo serio de industrialización”. En otras palabras, el modelo. Y al modelo apunta Montiel para la economía “que más necesita volver a ser lo que fue: España”. A nuestro favor, “necesidad, sectores punteros, know how, competitividad internacional como demostramos a partir de 2008, una cualificación profesional excelente”. En contra, “el cortoplacismo de una visión política perdida a menudo en naderías y banderías. Tenemos que cambiar un modelo que desincentiva la única fuente de la riqueza conocida hasta que se demuestre que el dinero crece en los árboles: el sector privado. Esa demonización de las empresas tiene un incomprensible respaldo social”. Tarea dura, pero más duro sería no acometerla. “No podemos ser un país tan tercerizado, ese camino nos descapitaliza”. El profesor llama a empresas, academia y formadores de opinión a un frente común para avanzar en ese “cambio cultural de país”, en una segunda transición para la economía. “Nos lo jugamos todo”.