31Jul2024
Amanece la era de la Inteligencia Artificial generativa
Llevamos a la portada de CyC Prisma la disrupción tecnológica más importante del siglo. Acaba de irrumpir en la economía con una fuerza tal que la hace imprescindible en casi todas las empresas.
Y, de improvisto, amanece. Aunque la Inteligencia Artificial (IA) lleva presente desde los años sesenta, el bum se produjo en noviembre de 2022 con la plataforma ChatGPT. Una IA basada en un modelo de lenguaje grande (LLM, por sus siglas en inglés) diseñada para emular la conversación humana alcanzó los 100 millones de usuarios activos mensuales en menos de tres meses. Detrás estaba la empresa OpenAI. La Inteligencia Generativa (GenAI, por sus siglas inglesas) es capaz de producir material único incluyendo vídeos, textos, imágenes, música. El sistema está entrenado para recopilar contenido generado por el ser humano y crear elementos nuevos. Las posibilidades técnicas son tan inmensas que las grandes tecnológicas del sector pidieron en julio del año pasado seis meses de margen para entender sus consecuencias. Pero, en principio, deberían tener solo espacio aquellos usos que benefician a la humanidad. En América ya hay 2.000 firmas dedicadas a esta tecnología y en China unas 1.200. Mientras, en Europa, que ha aprobado la primera ley del mundo que regula la IA, preocupa el equilibrio entre la protección de los derechos de los ciudadanos, la competitividad y la innovación. Sobre todo por la diferencias geopolíticas. China carece de leyes rígidas en comparación con el Viejo Continente y Estados Unidos está más preocupado por los chinos y mantener a toda costa su supremacía tecnológica, que en cuestiones existenciales. Primero innovan, después, crean la norma. Los reguladores americanos tienen miedo de que la legislación ponga en riesgo su liderazgo frente al gigante asiático. La biblioteca está llena de trabajos sobre el planeta que viene, como el informe “El estado de la IA generativa en la Empresa”, de la consultora Deloitte. Casi el 70% de los encuestados afirma que esta tecnología cambiará a sus empresas en menos de tres años. “Está en constante transformación y su potencial de mejora parece enorme”, sintetiza Borja Foncillas, presidente de Analistas Financieros Internacionales (AFI). Llegan algunos datos, que reflejan el espejo español y que coinciden con la mayoría de los informes. El 48% de los encuestados por Deloitte asegura que tiene un nivel muy elevado de experiencia en IA generativa. Solo nos supera (50%) Suiza. Sobre el tablero se extiende una línea sin horizonte. La consultora International Data Corporation (IDC) calcula que el espacio mundial de la IA generativa crecerá un 19% al año hasta alcanzar unos 826.000 millones de euros en 2026. Las cifras son colosales pero la gran estrategia es la geopolítica. “China, pese a las tensiones comerciales con Joe Biden” —analiza Christophe Donay, director de investigación macroeconómica de la gestora Pictet WM— “es poco probable que limite su deseo de ser una potencia mundial en IA en la próxima década, por eso desplegó su ambicioso programa Made in China 2025 (MIC 2025)”. Es una estrategia nacional que persigue convertir al país en una potencia global, con capacidad de influir en las cadenas de suministro. Imaginen el ajedrez. Abrir con blancas daba ventaja en la partida; ahora ha cambiado. El impacto en ganancias de productividad sobre la economía mundial —acorde con la consultora McKinsey—, oscila entre 2,3 y 4,1 billones de euros. Pensemos una comparación. El PIB de Alemania ascendió en 2021 a 4,36 billones de dólares (unos cuatro billones de euros). Por afinar. Alrededor del 75% del valor que podría aportar la IA generativa se centra en marketing y ventas, operaciones con clientes, I+D e ingeniería de software. “Hay que partir de la base de que todo está anclado en los datos que las compañías sean capaces de generar y etiquetar correctamente, y, a partir de ahí, las barreras de entrada bajan cada vez más”, explica Enrique Dans, profesor de Innovación en IE Bussines School. Y advierte: “Si no incorporas IA, simplemente, dejas de ser competitivo”. Pero resulta imprescindible saber tamizar esos datos. “Hay que tener en cuenta que en la IA la verdad es igual a su volumen. Sí clasificamos las respuestas de la Inteligencia Artificial: el 60% es sobresaliente y un 30%, pésimo. Sin término medio. La clave es que si algo se repite mucho suele ser la contestación válida”, aclara César Pérez, director global de inversiones en Pictet WM. Acorde con el trabajo de Deloitte, las piezas parecen que están bien colocados en nuestro tablero. España es el segundo país del continente que está mejor preparado para la adopción de talento (21%) y en riesgos y gobernanza (18%). Quizá sea un movimiento reflejo de la propia tecnología. “Los volúmenes de solicitudes de puestos de trabajo son enormes. La GenAI puede ayudar a automatizar ese proceso”, apunta Mauro Guillén, vicedecano de la Wharton School de Pensilvania. Aunque la normativa del Viejo Continente impide despedir a ningún trabajador sin presencia de un ser humano. La Unión Europea —lo hemos visto— ha despejado el camino “y no solo quiere exportar tecnología, también pretende, con este nuevo marco legal, trasladar al mundo los valores en que se basa sirviendo como orientación para el desarrollo de modelos confiables (Trusted AI) en otras regiones y jurisprudencias”, reflexiona Noemí Brito, socia responsable del área de LOTS (Legal Operations Transformation Services), IT/IP en KPMG Abogados. “Por lo tanto, la innovación no debería estar reñida con el diseño y desarrollo legal y ético de sistemas de In teligencia Artificial. Ahora bien, habrá que esperar para conocer el verdadero impacto que supone esta norma en términos económicos y de competitividad empresarial respecto a otras regiones en donde la regulación no resulta tan amplia o, simplemente, no existe”, ahonda Brito. Un estudio de Microsoft reveló que los programadores que emplearon GitHub Copilot (una herramienta de Inteligencia Artificial basada en la nube) ahorraban un 55% del tiempo con una suscripción que costaba solo cien dólares (unos 92 euros) al año. El equilibrio, lo hemos visto, es la verdadera frontera. A un lado la normativa, al otro las opciones económicas. “Las empresas españolas deben estar preparadas para cumplir [con la legislación europea], pues podrán capitalizar las oportunidades que ofrece esta tecnología”, prevé Sergio Ávila, analista de IG. Porque los números de Deloitte plantean una jugada ilusionante sobre el tablero. El 58% de las firmas españolas encuestadas destacan la mejora de la eficiencia y la producción y la bajada (40%) de costes. Hay que tener esperanza. Los modelos de IA generativa pueden crear personajes e historias, informes financieros y procesar preguntas complejas de servicio al cliente. Incluso podrían efectuar un análisis de fuerzas, oportunidades, debilidades y amenazas (FODA, en el argot financiero) de una compañía. Los grandes beneficiados son aquellas firmas que sean más dependientes de los datos. Una aseguradora puede estimar mejor las probabilidades de que sus asegurados tengan algún accidente, el sector financiero ajustará con mayor precisión sus riesgos a la hora de conceder, digamos, un crédito y la tecnología médica tendrá un nuevo instrumento para descubrir fármacos. Ahora llega la productividad que se puede tocar. El Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) proporcionó en 2023 a 444 profesionales con altas capacidades la herramienta ChatGPT. El aumento de la productividad fue del 37% y las tareas se completaron en un 80% menos de tiempo. Pero justo aquí sentimos una fractura entre presente y futuro. La firma McKinsey, en su informe El año de la IA Generativa, recoge que solo el 55% de las empresas han adoptado plenamente esta tecnología. Sin embargo, el futuro resulta inaplazable. Más de dos tercios de los encuestados esperan que sus organizaciones incrementen la inversión en IA en los próximos tres años. Hay riesgos. Los principales —según McKinsey— son la imprecisión, la ciberseguridad e infringir los derechos de la propiedad intelectual. Pero un único modelo de IA generativa puede analizar más datos en una hora que un ser humano en diez vidas y, además, un sistema impulsado por esta tecnología supera a 10.000 trabajadores del conocimiento. El impacto de la IA aumentará —estima la consultora— la productividad en un 40% más de lo previsto mientras la automatización del trabajo podría impulsar hasta 3,3 puntos anuales el rendimiento laboral. Las consecuencias sobre el trabajo resultan diversas. Los empleos serán más sensibles a la nueva tecnología en el espacio de la atención al cliente, marketing, publicidad, análisis de datos y toma de decisiones, gestión de los recursos humanos, desarrollo de productos y servicios. Por el contrario, las ondas dejarán menos huella en las áreas ligadas a las habilidades relacionales y emocionales. Y en este mundo, la pandemia parece que ha trazado una línea histórica. Antes y después. Los cuellos de botella sufridos durante la covid-19 evidenciaron la fragilidad de las cadenas de suministro globales frente a las tensiones geopolíticas. “Los mayores costes de producción en países occidentales limitan el alcance de la relocalización, pero la Inteligencia Artificial forma parte de la solución para crear cadenas más resilientes”, zanja Anjali Bastianpillai, experta en renta variable de Pictet AM. Y de improvisto, amanece en una nueva era tecnológica.