20Ene2025

La era del superhormigón

Por fuera parece el material insustituible de siempre. Pero su composición incorpora tecnologías que lo hacen más resistente, eficiente y sostenible que nunca.

La era del superhormigón

El hormigón es el segundo material más usado en el mundo, solo después del agua. Y subiendo, porque el crecimiento de poblaciones, áreas urbanas y economías se traduce en la necesidad de más infraestructuras. Solo el mercado mundial de prefabricados pasará de 151.000 millones de dólares en 2022 a casi 264.000 en 2030, y el de cemento, su ingrediente básico, crecerá de los 4.400 millones de toneladas anuales a casi 6.000 millones a finales de década.

Ahora bien, cualitativamente no hablamos del mismo hormigón. El de 2030 y los años siguientes será distinto por la enorme transformación que experimenta su composición. El objetivo compartido por la cadena de valor (proveedores, fabricantes, constructoras, clientes públicos y privados, además de legisladores) es desarrollar hormigones sofisticados con propiedades mejoradas y menor impacto ambiental.

En este último aspecto, las asociaciones sectoriales consideran injusta esa relativa mala prensa. Según el World Green Building Council, sus emisiones responden a su uso masivo y no a una condición particularmente contaminante: la construcción sería responsable del 11% de las emisiones globales, mientras su contribución al PIB bascula entre el 10 y el 12%. Es decir, “su impacto ambiental resulta proporcional al de su economía”. 

Según la Plataforma Tecnológica Española del Hormigón, cualidades como su disposición de ingredientes abundantes y baratos (agua, áridos, aditivos y cemento), la durabilidad o su capacidad de aislamiento térmico resultan decisivas para construir infraestructuras en la enorme escala necesaria. Producción y consumo de cemento están en correlación casi perfecta con los indicadores de desarrollo del Banco Mundial. Por estos motivos, el hormigón sigue siendo insustituible, a la par que mejorable. 

Algunos expertos destacan su amplio margen de mejora tecnológica en la fabricación de cementos —el proceso más emisor, con hasta el 90% del total— que incorporan materiales naturales o reciclados de menor impacto, por ejemplo escorias de alto horno, cenizas volantes, pucelanas o relaves mineros, junto con la sustitución de áridos por residuos de obras, demoliciones y actividades industriales. Aditivos como los plastificantes merman el consumo de agua. 

Grandes proyectos ya reducen cerca del 30% de las emisiones al incorporar cementos bajos en carbono y ese porcentaje podría duplicarse mediante la inyección de CO2 capturado. Está por ver si cuajan otras técnicas como hornos eléctricos para fabricar cemento, o los aditivos minerales y polímeros que podrían absorber CO2 ambiental durante la larga vida útil de las infraestructuras. 

El uso de materiales avanzados (fibras y aditivos sintéticos, nanomateriales…) permite variedades de alto rendimiento y más ligeras para reducir la cantidad de hormigón y acero al tiempo que amplían su resistencia estructural, por ejemplo en los metros de luz entre pilares de un viaducto. Los hormigones verdes pueden superar la resistencia de los convencionales en ambientes acuáticos, si bien son menos adecuados para prefabricados y elementos pretensados.

También avanzan las variedades con cápsulas de microorganismos que, en contacto con la lluvia a través de una grieta, producen calcita para repararla, además de hormigones traslúcidos, con cierta flexibilidad para resistir sismos o producir formas y estructuras complejas, permeables para drenar o acumular agua en depósitos subterráneos, o bioagregados con materias orgánicas como restos agrícolas que incrementan su aislamiento térmico. El hormigón textil incorpora fibras de carbono para fabricar piezas especialmente delgadas o curvas en estructuras y mobiliario. Esta capacidad se suma a la de la impresión 3D industrial respecto al diseño complejo, aunque aún asume limitaciones como la construcción en altura.

Los centros tecnológicos trabajan para superar este tipo de barreras con investigaciones como la sustitución de armazones de acero por varillas de fibra de vidrio o el refuerzo del hormigón mediante microestructuras huecas inspiradas en los huesos corticales. El MIT también explora un material que permitiría al hormigón cierta capacidad de acumulación de energía fotovoltaica en construcciones autosuficientes. Por supuesto, este tipo de proyecciones futuristas, incluso algunas actuales más cercanas a la realidad, deben superar la gran prueba: la viabilidad económica de la producción a una escala no igualada por ningún otro material fabricado.

También aceleran los proyectos de I+D+i gracias al análisis de datos y la IA, claves, por ejemplo, en la ciencia de materiales. La digitalización profunda extiende su influencia desde el diseño para elegir la variedad de hormigón óptimas a las fases de obra o el mantenimiento encargado de estirar su ciclo de vida. De ahí que haya expertos que hablen de cambio cultural y aconseje a los técnicos no centrarse solo en el hormigón en sí, sino en sus procesos y el contexto de uso para apurar su enorme potencial.
 

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