CARRIZOSA SANCHEZ, EMILIO ANTONIO

El acrónimo BRICS, que refleja la presencia de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, se ha quedado corto. Este grupo de economías emergentes se ha ampliado con Arabia Saudí, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán en el denominado BRICS+. Según proyecciones del FMI, los nuevos BRICS+ alcanzarán el 33,6% de la producción mundial en 2028, bastante por encima del G7, con un 27%, concentran un 45% de la población mundial, unos 3.500 millones de personas, y el 28% de la economía planetaria y bajo su superficie hay reservas petrolíferas que sostienen el 44% de la producción de crudo global. Analistas como Iliana Olivié, investigadora del Real Instituto Elcano, recuerdan que se trata de “un grupo enormemente heterogéneo, con intereses dispares y a veces opuestos, sin un secretariado o instituciones compartidas como por ejemplo en la Unión Europea, lo cual relativiza las ventajas que este crecimiento puede aportar al conjunto”. De hecho, para esta analista, las manifestaciones oficiales de la cumbre de ampliación reafirman su adhesión a las reglas del comercio internacional, que en gran medida es la base del desarrollo económico, y por tanto de influencia geopolítica, del grupo. Reclaman reformas profundas en esas reglas y en las instituciones que las sustentan, pero no tanto rupturas o desarrollar un bloque hostil a Occidente, como se ha temido desde algunos foros.    Difícil convivencia de los BRICS+ Precisamente ese carácter tan heterogéneo de los nuevos neutraliza la abierta beligerancia antioccidental. La exhiben algunos, Irán particularmente, pero también hay aliados estratégicos de Estados Unidos. Conviven posiciones tan diferentes frente al mundo occidental como las de Rusia y China por un lado, o Brasil e India por otro. Y sobre todo en el propio grupo chirrían fricciones internas como la de los dos gigantes asiáticos, sin que les impidan firmar encantados acuerdos de colaboración comercial.  Los analistas más o menos coinciden en que los efectos de la ampliación serán primero económicos y en función de su alcance cuajarán los políticos. Así, las opulentas monarquías del Golfo sumarán capacidad de financiación a los propios miembros y terceros países pueden encontrar condiciones bastante o mucho más ventajosas que las de los organismos financieros al uso (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, etc). En este sentido, la gestora Vontobel recuerda que los BRICS+ han ganado capacidad de presión con un mayor control de las materias primas y los precios energéticos.    Estímulo al crecimiento Otro de los efectos económicos que se dan por seguros es la consolidación de acuerdos comerciales entre miembros con un mayor uso de monedas locales. Si bien, el objetivo declarado de desdolarizar estas economías, incluso generar una divisa común, hoy por hoy parece inviable. En todo caso, el estímulo al crecimiento económico, de confirmarse, redundará en una mayor capacidad por parte del llamado Sur Global para acceder a crédito, reestructuración de su deuda, tecnología, incluida la militar, o productos esenciales. De hecho, una amplia lista de países más o menos emergentes ha mostrado interés en unirse al club, y cuya selección, señala Olivié, también refleja la tensión entre intereses internos de los grandes, China, Rusia, India y Brasil. Para otros expertos, Niall Ferguson entre ellos, más que el avance de un nuevo orden multipolar, los BRICS+ reflejan una configuración diferente de la vieja rivalidad bipolar, solo que esta vez entre Estados Unidos y China con dos bloques, más diversos pero bloques, cobijados alrededor. ¿Un riesgo, una oportunidad, o ambos, para la Unión Europea y España? Difícil saberlo. Aún es incierto anticipar cómo se traducirá en las relaciones comerciales con la Unión o la economía española.