De-risking y autonomía estratégica
Es mucho más que una moda geopolítica, representa la madurez estratégica de Europa ante un mundo inestable y llleno de riesgos.
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La economía global atraviesa importantes cambios estructurales. Las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, la guerra en Ucrania, las disrupciones en las cadenas de suministro o la creciente competencia por recursos estratégicos han revelado la vulnerabilidad de modelos basados en la interdependencia ilimitada.
Frente a este contexto, tanto potencias consolidadas como economías emergentes están adoptando estrategias que buscan reforzar su seguridad económica, proteger sectores críticos y diversificar dependencias. El objetivo ya no es sólo crecer, sino reducir la exposición al riesgo derivado de crisis externas, coerción política o interrupciones tecnológicas.
Es en este marco donde surge el concepto de de-risking, una estrategia de reducción de riesgos, no de aislamiento. A diferencia del decoupling (desacoplamiento), que pretende cortar lazos con socios considerados hostiles, el de-risking persigue un reequilibrio de interdependencias, reforzando las capacidades propias sin romper la cooperación internacional.
En este debate global, la Unión Europea ha formulado su propio camino bajo el principio de autonomía estratégica abierta. Su pilar está en ser capaz de actuar por sí misma cuando sea necesario, pero manteniendo su compromiso con los mercados abiertos y las reglas multilaterales.
Europa no busca levantar muros ni competir en una lógica de bloques, sino reducir vulnerabilidades y aumentar su resiliencia económica ante escenarios de crisis, presión comercial o inestabilidad geopolítica.
En junio de 2023, la Comisión Europea lanzó su Estrategia de Seguridad Económica, que identifica los principales riesgos estratégicos para el continente:
- Dependencias críticas en materias primas, tecnologías o energía.
- Riesgos de coerción económica por parte de terceros países.
- Interferencias extranjeras en infraestructuras e instituciones europeas.
- Fuga o apropiación indebida de tecnologías sensibles.
Para abordarlos, la Unión Europea ha desplegado una “caja de herramientas” (toolbox) con medidas que abarcan desde la política industrial hasta la regulación comercial, pasando por el control de inversiones y de exportaciones. El objetivo es construir una economía más autónoma, pero compatible con un comercio global abierto y basado en reglas claras y justas.
En términos prácticos, el de-risking europeo se despliega en tres grandes dimensiones como es la Política industrial, que refuerce la autonomía en sectores críticos, la Regulación comercial defensiva, que equilibre apertura y protección, y la Seguridad tecnológica avanzada, centrada en inversiones, exportaciones y ciberseguridad.
Estas se concretan en distintas líneas de actuación complementarias:
La reindustrialización europea busca disminuir la dependencia de terceros países. Durante las últimas décadas, buena parte de la capacidad productiva y tecnológica de Europa se desplazó al exterior, especialmente a Asia. Esta externalización, motivada por los costes más bajos y la búsqueda de una mayor eficiencia, dejó a la Unión Europea expuesta a interrupciones de suministro, tensiones geopolíticas y escasez de componentes críticos, como se evidenció durante la pandemia y en los años posteriores.
Para disminuir esta dependencia se van a desarrollar diferentes acciones como la Ley Europea de Materias Primas Fundamentales que establece metas concretas para reducir dependencias, garantizando que al menos el 40% del procesado y el 25% del reciclaje de materiales críticos se realicen en territorio europeo. Junto a ello, a través del European Chips Act se han destinado más de 43.000 millones de euros con el objetivo de duplicar la producción europea de semiconductores, un sector esencial para la economía digital.
Otra de las medidas es el llamado Net-Zero Industry Act (NZIA), que pretende que el 40% de las tecnologías limpias, como la solar o la eólica, se fabriquen dentro de la Unión Europea antes de 2030.
La dimensión comercial del de-risking no busca cerrar las fronteras europeas, sino garantizar unas condiciones de competencia equitativas y proteger el mercado interior, asegurando que sus empresas compitan en igualdad de condiciones.
En este sentido, el comercio estratégico implica identificar los ámbitos donde la apertura puede generar vulnerabilidades, por ejemplo, por dependencia de subsidios estatales externos o presión económica de terceros países, y aplicar instrumentos correctores que mantengan la integridad del mercado único. Para ello ha desarrollado nuevas herramientas regulatorias como el Carbon Border Adjustment Mechanism (CBAM) para ajustar el precio del carbono en frontera y proteger la competitividad climática.
El control sobre la innovación, los datos y las infraestructuras digitales determina no solo la competitividad, sino también la seguridad económica y la soberanía política de los Estados. Por ello, se trata de proteger las capacidades críticas, evitar su apropiación indebida y garantizar que las inversiones, entrantes o salientes, no comprometan los intereses estratégicos.
Igualmente, la creciente competencia global, el auge de prácticas coercitivas y el uso de fusiones y adquisiciones como instrumentos de influencia han impulsado la necesidad de un enfoque más vigilante. El objetivo no es frenar la inversión, sino discriminar entre socios fiables y operaciones sensibles, aplicando criterios de transparencia, reciprocidad y seguridad. Entre las medidas a poner en marcha se encuentra la revisión del screening de inversiones extranjeras, para evitar adquisiciones de sectores estratégicos por actores con fines no transparentes, o la aplicación de la Toolbox 5G, que limita la presencia de proveedores de alto riesgo en infraestructuras digitales críticas.
Por todo lo señalado, el de-risking europeo no se limita a ser una estrategia teórica, sino que se trata de un plan de acción con impacto directo en sectores clave para el futuro del continente. A través de casos concretos, la Unión Europea busca demostrar cómo la reducción de riesgos puede transformar la política industrial, energética y tecnológica. Estos sectores estratégicos comparten tres características: Son esenciales para la soberanía económica y la competitividad global, presentan altos niveles de dependencia externa y requieren grandes inversiones coordinadas y marcos regulatorios estables.
Semiconductores: El objetivo es claro: alcanzar el 20% del mercado mundial en 2030. Para ello Europa impulsa grandes inversiones en fábricas, investigación y cadenas de valor locales, pero expertos alertan de que la brecha de financiación sigue siendo considerable.
Materias primas críticas: Europa depende en más de un 90% de importaciones de litio, cobalto o tierras raras. El CRMA apuesta por la diversificación de proveedores, la recuperación de residuos industriales y acuerdos con países aliados.
5G y ciberseguridad: La transición digital exige redes seguras. La UE está reduciendo la presencia de proveedores de riesgo en sus infraestructuras 5G y fomentando ecosistemas tecnológicos europeos para garantizar soberanía digital.
El modelo europeo de de-risking combina ambición y complejidad. Entre sus principales retos destacan:
Financiación insuficiente: La ausencia de un fondo común industrial de gran escala, similar al CHIPS and Science Act estadounidense, podría limitar la capacidad de Europa para competir en igualdad de condiciones
Fragmentación: La asimetría de capacidades industriales y presupuestarias entre los países europeos genera un ritmo desigual en la aplicación de las políticas.
Carga administrativa: Instrumentos como el CBAM o el FSR son innovadores, pero también burocráticamente exigentes, especialmente para pymes o sectores con márgenes reducidos. El reto consiste en equilibrar control y agilidad, garantizando una competencia justa y la trazabilidad ambiental sin asfixiar la competitividad empresarial.
Hasta ahora, la estrategia europea ha priorizado bienes tangibles, materias primas, semiconductores, infraestructuras físicas, pero los servicios digitales y la economía de datos siguen siendo un punto ciego en el enfoque del de-risking. Dependencias en servicios de nube, software corporativo, mantenimiento industrial remoto o inteligencia artificial representan riesgos similares a los de los bienes estratégicos. Incluir estos sectores en las evaluaciones de riesgo y en los instrumentos de apoyo será crucial para lograr una resiliencia integral.
Por todo ello el de-risking es mucho más que una moda geopolítica, representa la madurez estratégica de Europa ante un mundo inestable. Su éxito dependerá de encontrar el equilibrio entre seguridad, competitividad y apertura. En el caso de la Unión Europea si logra priorizar riesgos, movilizar recursos y mantener alianzas globales, convertirá su autonomía estratégica abierta en una auténtica ventaja competitiva, una economía capaz de resistir crisis externas sin sacrificar su esencia abierta, innovadora y sostenible.
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