La regulación medioambiental transforma el comercio
Las regulaciones medioambientales internacionales son uno de los factores más importantes de transformación del comercio exterior.
Aunque existan diferencias fundamentales entre países y regiones, las políticas internacionales están alineando el comercio con objetivos sostenibles, influyendo directamente en las exportaciones. El Acuerdo de París y otros compromisos climáticos globales buscan limitar el calentamiento global mediante la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Este marco ha impulsado cambios significativos en las políticas económicas y comerciales.
Una de las normativas clave en el ámbito de la Unión Europea es el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono, que impone aranceles adicionales a productos importados con una huella de carbono significativa. Este mecanismo está diseñado para proteger a las industrias europeas que ya asumen mayores costes asociados por aplicar políticas medioambientales y así frenar la denominada “fuga de carbono”, que ocurre cuando las empresas trasladan su producción a países con regulaciones ambientales menos estrictas, aumentando con ello las emisiones globales.
Es una iniciativa pionera, ya que otros países, como Estados Unidos, aunque se hayan planteado aumentar los estándares de sostenibilidad o el desarrollo de iniciativas como el Green New Deal, no las han puesto en marcha. Además de evitar la competencia desleal, este mecanismo busca promover estándares globales al incentivar a los socios comerciales a adoptar medidas más estrictas para reducir emisiones y apoyar los objetivos del Acuerdo de París buscando que el comercio internacional no socave los compromisos climáticos globales.
Industrias como las del acero, el cemento, el aluminio o los fertilizantes se ven particularmente afectadas por regulaciones que demandan tecnologías limpias. Cada vez son más las grandes empresas que están exigiendo a sus proveedores que cumplan con estándares de sostenibilidad como parte de sus compromisos ESG. Esto puede generar un efecto dominó que afecte a los exportadores de economías en desarrollo. Según el Banco Mundial el 78% de las multinacionales prevé excluir a los proveedores que pongan en peligro sus planes de transición hacia la reducción de niveles de emisiones de carbono para este 2025.
Los riesgos, incluyendo el incremento de costes de exportación, son múltiples y variados y van desde una desventaja competitiva para países en desarrollo que carecen de tecnologías limpias, la falta de infraestructura para medir y certificar la huella de carbono o la diversidad normativa entre regiones que complica el cumplimiento regulatorio. Estas políticas también pueden generar problemas en las cadenas de suministro, encarecer el transporte y generar tensiones comerciales, especialmente en economías dependientes de sectores intensivos en carbono. A nivel financiero y tecnológico, la desinversión en industrias tradicionales, la volatilidad de los mercados de carbono y la brecha tecnológica entre países desarrollados y en desarrollo pueden agravar los desafíos, demandando una mayor colaboración entre regiones para una transición sostenible.
Estos riesgos reflejan como adaptarse a estándares medioambientales implica hacer frente a inversiones significativas en tecnología y certificaciones. Según la OCDE, estas adaptaciones pueden representar entre el 5% y el 15% de los costes operativos iniciales.
Además, los exportadores que no cumplan con normativas como el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono se enfrentan a barreras no arancelarias. En 2023, empresas de países en vías de desarrollo exportadoras de acero a la Unión Europea redujeron el 12% en su volumen de comercio debido a estas restricciones. Por último, las diferentes regulaciones ambientales entre regiones pueden ser confusas para empresas que exportan a múltiples mercados.
Las cuestiones medioambientales tienen cada vez más peso en las decisiones de muchos consumidores. Según datos de la consultora NielsenIQ, el 73% de los consumidores considera la sostenibilidad como un factor clave al decidir qué marcas comprar y con ello muchos de ellos están dispuestos a adquirir productos y servicios a precios superiores, incrementando el margen para las empresas.
Igualmente, adoptar prácticas sostenibles, aunque suponga costes a corto plazo, puede reducirlos a largo plazo según vayan mejorando la eficiencia operativa. Igualmente, son cada vez mayores las ayudas y los recursos financieros para financiar proyectos sostenibles.
Las exportadoras que adoptan prácticas responsables pueden posicionarse como líderes en sostenibilidad, ganando confianza de socios comerciales y consumidores, y con ello su reputación de marca.
Las empresas de comercio exterior deben elaborar estrategias para adaptarse a este nuevo entorno que pasan por:
• Seguimiento continuo de las regulaciones internacionales: mantenerse actualizado sobre políticas e iniciativas climáticas ayuda a evitar sanciones y potenciar el acceso a mercados clave.
• Adoptar certificaciones reconocidas: certificaciones como ISO 14001, Carbon Trust o Net Zero Standard son esenciales para demostrar compromiso con la sostenibilidad.
• Invertir en tecnologías limpias: en energías sostenibles o métodos de producción más eficientes permiten a los exportadores reducir su huella de carbono.
• Colaborar en cadenas de suministro sostenibles: asociarse con proveedores que cumplan con los estándares ambientales puede facilitar el cumplimiento de normativas en mercados desarrollados.
• Aprovechar ayudas e incentivos públicas para tecnologías limpias.
El cumplimiento de las regulaciones medioambientales internacionales es una oportunidad para innovar, mejorar procesos y penetrar en nuevos mercados en un futuro dominado por la sostenibilidad.
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