CARRIZOSA SANCHEZ, EMILIO ANTONIO

El WiFi 7 llegará a Europa en 2024 tras su homologación oficial, si bien su extensión masiva exigirá tiempo e infraestructuras de redes capaces, como ha sucedido con las generaciones previas. Algunos fabricantes de dispositivos ya están lanzando al mercado productos que lo incluyen, como procesadores y routers. Para explicar el salto que supondrá el protocolo WiFi 7 respecto al 6 y al mejorado 6E se usa una imagen logística: pasaremos de transportar mercancías en un camión mediano o hacerlo en un tráiler cuatro veces mayor, que configura la caja para optimizar el encaje de mercancía con capacidad para distribuir su carga automáticamente a camiones más pequeños para circular por varias carreteras a la vez en lugar de una sola y aprovechar así las más despejadas. Según algunos expertos, un ordenador portátil convencional con una conexión a Internet lo bastante ancha multiplicará su velocidad de transmisión inalámbrica por un mínimo de 2,4 veces respecto de la generación anterior (aunque su potencial dobla esa cifra) y descargará 15 GB en 25 segundos. ¿Qué evolución tecnológica sostiene este salto? Son varios avances, pero una de sus principales novedades es el sistema multi-link operation con capacidad para agregar diferentes bandas y canales que intercambian datos simultáneamente evitando congestiones y minimizando la latencia —el tiempo que tarda un paquete de datos en viajar de un nodo o un dispositivo a otro—, una cualidad clave para aplicaciones de precisión en tiempo real. Gracias a esta evolución tecnológica, se doblará el ancho de banda desde los 160 Mhz del WIFI 6 a los 360 Mhz del 7. Sobre el papel, podrá soportar de 40 a 48 Gbps de velocidad máxima frente a los 10 que hoy gestiona un router con WiFi 6.  Como ocurre cuando una generación llega para relevar a otra, la WiFi 7 será retrocompatible, esto es, operativa para las precedentes 4, 5 y 6. Su modo multicanal y el resto de tecnologías mejoradas harán más fiable su estabilidad y permitirán la conexión de múltiples dispositivos a una sola red sin que se resienta la calidad de transmisión. Aunque, desde luego, esa red debe ofrecer un ancho de banda suficiente para no actuar como un cuello de botella. El salto de capacidad se traduce de forma natural en aplicaciones que demandan más datos. La nueva generación podrá asumir un volumen potenciado de contenidos como el vídeo 4K y sobre todo el 8K, ahora mismo inviable sin latencia, lo que equivaldría a varias televisiones online descargando simultáneamente películas de ultra-definición en una sola casa. Si soporta un uso tan intensivo como este, también podrá gestionar con holgura otros usos emergentes como la domótica avanzada, el campo de las realidades virtuales, aumentadas y mixtas desde los videojuegos a los gemelos digitales o los anunciados servicios del metaverso en un futuro próximo. Promete un efecto multiplicador en el IoT genérico, con aplicaciones domésticas, administrativas o de seguridad mediante videovigilancia inteligente, pero sobre todo en el comercial y el industrial con la previsible eclosión de sensores y máquinas conectadas desde la agricultura 5.0 a cualquier proceso automatizado en fábrica. Si en 2020 se contaban 9.700 millones de dispositivos en el mundo, en 2030 rozarán los 30.000 millones intercambiando flujos ampliados de información. Otras estadísticas reflejan la necesidad de un protocolo WiFi a la altura del crecimiento exponencial big data, con el mayor alcance posible para que tarde en mostrar sus límites y sea mejorado por el 8. Por ejemplo, el intercambio global de datos creció un 25% solo entre 2022 y 2021 y en España se calcula que más del 80% de ese enorme volumen corresponde al consumo de vídeo online. Si ampliamos la perspectiva, entre 2011 y 2022 el tráfico global de datos se ha multiplicado por más de 300 y promete superar con mucho esta cifra en la siguiente década.